Soledad vive en la esquina de Cagancha y San Nicolás, cerca de las vías del ferrocarril en la zona sudoeste rosarina, una ubicación que atrajo a peligrosos narcotraficantes. Desde hace cuatro meses le balean la vivienda y la amenazan para que se vaya. Ya realizó varias denuncias, pero se siente absolutamente desprotegida. El último ataque fue el domingo por la noche cuando le tirotearon con diez impactos el frente de su casa cuando estaba adentro, mirando televisión.
“Soledad dejá la casa o matamos a cualquiera”. Así le escribieron la primera amenaza, en noviembre pasado. Pero este fin de semana largo de carnaval fue un infierno, ya desde el viernes, cuando cerca de las 20 se acercó un muchacho a su casa y desde las rejas la llamó por su nombre: le quería pasar un celular para que alguien le hablara. Se cree que del otro lado de la línea habría un detenido; no sería la primera vez que un preso ordena desde la cárcel una balacera.
Soledad no hizo caso y llamó al 911. Al día siguiente, sábado a las 20.30, cuando miraba televisión con su pareja llegó la reacción: le dispararon dos veces contra el domicilio y las balas le pasaron muy cerca de la cabeza.
Y el domingo, a las 21.30 fueron blanco de otro ataque, aún más violento. Contó que dos hombres en una moto de alta gama marca BMW se acercaron hasta su casa y mientras uno mantenía en marcha el rodado, el otro le descargó diez balazos.
Soledad se quejó de que a pesar de las denuncias ya hechas en Fiscalía, no cuenta con protección y su causa no avanza. Se siente ignorada. “Por eso lo hago público para que me ayuden, nadie me da pelota, es una burla esto”, se quejó.
“¿Qué hago si se me meten? ¿Si vuelvo de trabajar y encuentro gente acá? ¿Si me matan cuando salgo? Es una locura, la casa no la vamos a dejar, ¿a dónde me voy a ir? ¿Me van a encontrar muerta acá tirada?”, planteó, angustiada.





