El crimen de Ivana Garcilazo sacudió a Rosario y dejó una marca que, dos años después, todavía duele. La joven hincha de Central, de 32 años, fue asesinada la tarde del 30 de septiembre de 2023 en inmediaciones de Ovidio Lagos y Montevideo, cuando regresaba en moto del clásico frente a Newell’s en el Gigante de Arroyito. Allí fue atacada junto a su pareja por un grupo de hinchas leprosos que arrojaban piedras. Una baldosa impactó en su cabeza y la mató de manera instantánea.
Por el caso fueron tres los imputados. El primero en ser detenido fue Ariel Cabrera, profesor de educación física y coordinador de fútbol infantil en un club barrial. Luego se entregó Juan José “Tuerca” Massón, de 41 años. El tercero fue Damián Reifenstuel, docente de química que permaneció prófugo durante más de un año. Fue localizado en Samaipata, Bolivia, en febrero de 2025, a partir de información de Interpol y gracias a una recompensa de 10 millones de pesos que dispuso el Gobierno de Santa Fe. Para la fiscalía, fue él quien arrojó la piedra mortal, según señalaron varios testigos.
El recuerdo de Ivana se convirtió en bandera. En cada partido de Central, su rostro siguió apareciendo en tribunas y pancartas. Su hermana Silvina se transformó en referente del reclamo familiar y sostuvo la exigencia de justicia en marchas y medios de comunicación. “No puede pasar más que te maten por llevar una camiseta”, repitió una y otra vez en entrevistas y marchas. Este martes, al cumplirse dos años, Rosario Central la homenajeó en sus redes sociales con un mensaje simple y contundente: “2 años sin Ivana. Tu recuerdo vive en nosotros”.
Detrás de la tragedia, queda también la memoria de quién era Ivana Garcilazo. Criada en una familia trabajadora de Parque Casas que luego se mudó a Tablada, era una mujer solidaria, amiga de sus amigos y sostén de sus hermanos. Trabajaba en un supermercado y había realizado distintos cursos pensando en su futuro. Su hermana la recuerda como alguien que siempre impulsaba a las demás a organizarse, a marchar por derechos, a no quedarse calladas. “Ella era lucha y solidaridad”, definió.
A dos años, la causa sigue en manos de la justicia provincial, con tres imputados y un debate pendiente sobre las responsabilidades. Para su familia, lo esencial es que el caso llegue a juicio y que nunca más un partido de fútbol vuelva a teñirse con la muerte de una joven que simplemente volvía a su casa después de alentar a su equipo.