El Coloso Marcelo Bielsa vivió una tarde-noche de viernes cargada de simbolismo, tensión y fútbol atravesado por la emoción. Antes del inicio del partido entre Newell’s y Tigre, por la duodécima fecha del Torneo Clausura, un minuto de silencio en homenaje a Miguel Ángel Russo, histórico entrenador de Rosario Central, fallecido el miércoles. El equipo de Cristian Fabbiani se retiró reprobado y algunos de sus jugadores fueron silbados.
A los 22 minutos, Tigre abrió el marcador en una jugada rápida de contraataque: Nacho Russo asistió a José David Romero, que superó en velocidad a Lollo y definió al medio para la devolución de su compañero. El propio Russo empujó la pelota a la red y, apenas después, se fundió en un grito de gol mezclado con lágrimas, dedicándole el tanto a su padre. El gesto, en la cancha de su eterno rival, tuvo un impacto especial.
Newell’s reaccionó pronto. A los 29 minutos, una buena acción colectiva encabezada por Luciano Herrera terminó con centro atrás y definición de Facundo Guch, quien con un zurdazo cruzado y bien esquinado marcó el 1-1. El Coloso recuperó algo de aire, pero el rendimiento general del equipo de Cristian Fabbiani volvió a dejar más dudas que certezas.
En el segundo tiempo, los síntomas de desgaste fueron evidentes. A los 26 minutos, el arquero visitante Felipe Zenobio salvó a Tigre con una tapada espectacular ante Jerónimo Gómez Mattar, que había ingresado bien y generó peligro. Poco después, Fabbiani mandó a la cancha a Darío Benedetto, en busca de más peso ofensivo, mientras que Gonzalo Maroni, de flojo partido, salió entre silbidos de buena parte de la tribuna.
El capitán Ever Banega también fue reprobado cuando pidió el cambio por una molestia física: los hinchas expresaron su fastidio, no sólo por su salida sino por la seguidilla de actuaciones apagadas que arrastra el mediocampista. En ese mismo sentido, Luciano Lollo, reemplazado en el entretiempo tras un primer tiempo errático, también fue uno de los más cuestionados.
El tramo final del encuentro tuvo más vértigo que precisión. A los 37 minutos, un cabezazo del centrodelantero paraguayo Carlos González pegó en un cartel publicitario tras pasar junto al palo, dando la sensación de gol. Un minuto después, Simón Rivero tuvo una clarísima para Tigre, con un zurdazo potente desde el borde del área que exigió una buena respuesta del arquero Williams Barlasina.
El trámite del partido se quebró en los últimos minutos, con espacios pero poca claridad en la zona de definición. Guch, más allá de su gol, fue de lo más destacado en Newell’s, mientras que Gómez Mattar aportó movilidad y peligro desde su ingreso. Charli González volvió a mostrar jerarquía dentro de las opciones que tiene Fabbiani, y Benedetto, sin brillar, dejó una mejor imagen en comparación con sus últimos rendimientos.
Newell’s volvió a sufrir en defensa y a perder la mitad de la cancha por momentos, algo que ya se volvió habitual. La falta de respuestas colectivas, sumada a la crisis futbolística e institucional, generó un clima espeso en las tribunas, que se mantuvo durante toda la tarde-noche. El empate dejó un sabor amargo: el equipo no gana, el público se impacienta y el ciclo de Fabbiani sigue bajo presión.
Paradójicamente, en medio de ese ambiente tenso, la emoción más genuina de la jornada no tuvo camiseta leprosa. El gol de Nacho Russo, hijo de un símbolo de Central, fue el momento más humano y conmovedor del momento; la secuencia se viralizó rápidamente en redes sociales. En una ciudad que vive el fútbol como identidad, el homenaje de un hijo a su padre, en la cancha del rival eterno, fue el gesto más puro que dejó el 1-1 entre Newell’s y Tigre.
