La noche de este lunes quedará marcada como una de las más oscuras en la historia reciente de Colón de Santa Fe. El partido ante Mitre de Santiago del Estero, válido por la fecha 20 de la Primera Nacional, fue suspendido a los 34 minutos del segundo tiempo tras una ola de violencia desatada en la tribuna local del estadio Brigadier López. Piedras, botellas, alambrados rotos, gas pimienta, disparos con balas de goma y jugadores atrapados en el campo de juego: todo en un club que vive una crisis deportiva e institucional profunda.
La tensión explotó luego del gol de Cristian Díaz, que puso en ventaja a Mitre a los 73 minutos. El tanto actuó como catalizador del enojo de los hinchas sabaleros, que ya venían reclamando a gritos contra jugadores y dirigentes. Algunos comenzaron a golpear y destrozar portones, otros rompieron el alambrado para intentar avanzar hacia el campo, mientras desde la tribuna llovían proyectiles de todo tipo: piedras, botellas de vidrio, partes de butacas y hasta una baldosa. La situación obligó a aislar de inmediato a los jugadores visitantes que calentaban a un costado del campo.
El clima de crisis en Colón ya no es solo deportivo: tras un año en la segunda categoría, el equipo está más cerca del descenso que del regreso a la élite. Lleva apenas 21 puntos en 20 partidos, con seis victorias y una desconexión alarmante entre el club y su gente.
El operativo de seguridad respondió en varias fases. Primero con mangueras desde los bomberos, luego con gas pimienta. Finalmente, cuando la tensión no bajaba, ingresó una fila de efectivos armados que dispararon balas de goma hacia la popular para dispersar a los violentos. Uno de los agentes incluso filtró su arma a través del alambrado para ahuyentar a quienes esperaban junto a la salida de los futbolistas.
El árbitro Felipe Viola suspendió el encuentro sin dudarlo. En un intercambio captado por las cámaras, respondió con firmeza al delantero sabalero Emanuel Gigliotti, quien pedía continuar el partido: “Esto no puede reanudarse. Vamos a terminar lastimados. Hay botellas de vidrio por todos lados. Terminó acá”.
Los jugadores de Colón quedaron atrapados en la cancha. El túnel de salida se convirtió en zona de riesgo: desde la platea cayeron más piedras y fue necesario montar un operativo especial para evacuar al plantel en grupos pequeños, escoltados por policías con escudos. Los que intentaron irse por su cuenta tuvieron que retroceder.
Fuera del estadio, la violencia continuó. La policía debió reforzar el cordón para evitar nuevos incidentes, mientras cientos de hinchas expresaban su furia con el grito que dominó la noche: “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”.
Las autoridades resolvieron que los 11 minutos restantes del encuentro se jugarán este martes a las 11, sin público, aunque el resultado será lo de menos. Lo ocurrido en el Cementerio de los Elefantes trasciende lo futbolístico: es la postal de un club acorralado por su propia decadencia. Con un equipo sin respuestas, una dirigencia cuestionada y una hinchada al borde del estallido, el final fue con balas de goma en la tribuna y otro golpe para una institución al borde del colapso.
