Debido a los pronósticos de tormentas fuertes, se decidió postergar el acto de reinauguración de la casona de Santa Fe 748 para el próximo martes 30 de mayo.
El Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez reabre sus puertas. Habrá música en vivo, corte de cinta y actuaciones alusivas a quienes habitaron la casona ubicada en calle Santa Fe 748, frente a la Plaza 25 de mayo, tras la finalización de los primeros trabajos de remodelación y restauración integral.
Actores ataviados a la usanza de los antiguos habitantes de la casa y de sus trabajadores domésticos de comienzos del siglo pasado (ama de llaves, cocinero, dama de compañía) recibirán amablemente a las nuevas visitas. El coro Pro Música dará un concierto en el museo y la Jazz Band, en la plaza. Ese día se habilitará, además, la tienda oficial del Estevez, que forma parte del proyecto municipal de Tiendas de Museos, a cargo de Mauro Guzmán.
El proceso de restauración acaba de cerrar una primera etapa. Lo que se verá es una ventana abierta al pasado de la ciudad, a un estrato sepultado que estaba en la memoria de los relatos orales y que ahora se podrá contemplar como materialidad presente.
La ventana al pasado es literal: se trata de un piso transparente transitable en el hall central, realizado como parte de un emprendimiento público-privado con la empresa constructora MSR. El piso transparente permitirá ver el yacimiento excavado e investigado por el Centro de Estudios Arqueológicos de Rosario (CEAR).
Este portal conectará el presente de desarrollo con los orígenes de la ciudad de Rosario, cuando era una villa (aldea colonial) en el Pago de los Arroyos. La obra expone las acequias y el pozo que no solo pertenecieron a los propietarios anteriores a la familia Estevez sino que existen posiblemente desde fines del siglo XVIII.
Historia y mito
Poco se sabía en el Museo de las vidas anteriores del lugar. Salvo por los rumores que a oídos de la guía del museo, Amelia Sánchez de Vinacua, llegaban desde el ama de llaves, Elena, y la ex dama de compañía, Cecilia Anfuso. “Amelia sabía todo. Era documentalista, conservadora y guía. Ella contó que en el hall, antes, había patio y ahí un aljibe”, recuerda Analía García, actual directora. “Este museo es una joya patrimonial de Rosario, de Argentina y de América Latina”, expresó.
Hace un siglo, los arquitectos Gerbino y Schwarz elaboraron para los Estevez el proyecto por el cual el patio central de la tradicional casa fue reconvertido en lo que hoy es el hall central. Se techó el antiguo patio, y para permitir el ingreso de luz natural, se encomendaron los vitrales al taller de Salvador Buxadera. Se instaló un hermoso piso de roble de Eslavonia, traído desde Bovisio (Milán, Italia), donde había sido manufacturado por la firma Fratelli Sari.
Para prevenir la humedad, se pusieron desagües pero estos no resistieron el paso del tiempo y la bella casona comenzó a enfermarse de humedad. “Había que trabajar sobre los desagües. Eso fue lo que hicimos por años, llamando al plomero Manuel Hernández y luego a su hijo”, recuerda García. Se hicieron filmaciones de los caños de cerámica y se descubrió que estaban fragmentados, con piezas faltantes. Allí estaba la causa de las filtraciones de agua que generaban lodo por debajo del piso de roble de Eslavonia, que sufría hundimiento perimetral por la desintegración de la estructura original de madera que lo sostenía. Más filtraciones de agua hacían peligrar el mirador y la sala de la loggia. Era preciso fortalecer los cielos rasos.
Desde el Museo se dio la voz de alerta a la Secretaría de Planeamiento, que comenzó con el largo proceso para llevar a cabo su restauración. Como actores clave dentro de esta Secretaría, estuvieron los arquitectos Eduardo Fornarini, Gabriel Santos y Gustavo Fernetti. En el marco del programa de Apoyo Tecnológico al Sector Turismo (Asetur), desde Planeamiento se elevó el proyecto de restauración al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, que concursaba un subsidio. “La Secretaría de Planeamiento arma una vinculación posible con la Comisión Nacional de Patrimonio”, recordó García. Tras esto, las secretarías de Obras Públicas; Cultura y Educación y Planeamiento, avalaron la ejecución del proyecto.
Se emprendió la restauración de los pisos, y de los sistemas de desagüe pluvial y de iluminación. Se inició la reparación de la Sala de Exposiciones Temporarias. María Eugenia Prece fue contratada para la restauración del Mirador. La tarea de restauración del hall central y de las salas comenzó con el desarmado, acción que la directora proyectó y ejecutó con la museóloga Laura Giménez, conservadora de la casona-museo, y con Gabriela Gorría.
La idea era que los objetos no abandonaran el Museo: “Con Laura desarmamos la casa museo y tuvimos que construir lugares de guarda para todos los objetos que contiene”, recuerda Gabriela Gorría. Laura Giménez armó en el museo las salas de guarda para todos los objetos del hall central, Silvia Musura platinó las molduras del parlor, María Eugenia Prece hizo las molduras originales. Los restauradores convocados fueron Ayelen Makawa, que tuvo a su cargo las arañas de la sala francesa; Mirta Carreras las arañas de bronce y Lisandro Priotti, las arañas de cristal.
En 2011, hubo dos buenas noticias: salió el decreto, firmado por la entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández, y los ministros Aníbal Fernández y Florencio Randazzo, y el ya Monumento Histórico Nacional recibió el subsidio solicitado. El entonces intendente Miguel Lifschitz y el presidente de la Comisión Directiva del Polo Tecnológico Rosario, Juan Pablo Manson, firmaron el convenio por un aporte nacional de 120.000 pesos, con una contraparte de la Municipalidad de 50.000 pesos.
Recuerda la directora: “Se trabajó el problema con los desagües pluviales del hall central. Se encamisaron los cuatro desagües y se trabajaron los de los techos. Con la primera lluvia, se taparon tres de esos desagües. Eso hizo que filtrase agua al hall central. El agua ingresó sobre tres vitrales. No se dañó ninguna obra, pero si se dañó el piso de roble de Eslavonia. Esa filtración del hall central nos llevó a restaurarlo. Ya teníamos amplia experiencia con Gabriel Cosgaya en la restauración del piso”.
“Emprendimos y documentamos así la tarea de restaurarlo en baldosas, primero con una conservadora del Museo, Gabriela Tradotti y luego continuamos con Lisandro Aldasoro, también conservador, restaurador, del Centro Cultural El Obrador, para trabajar finalmente con el departamento de carpintería de este lugar y sus maestros carpinteros: Leandro Cortés y Lucas García. Ellos, con un equipo integrado además por dos aprendices de carpinteras, tomaron la tarea de restaurar todos los hundimientos perimetrales que por humedad ascendente el Museo Estevez tenía”, agregó.
“Esa filtración del hall central hacía que debiéramos trabajar en la restauración de los desagües pluviales, pero por debajo del piso. Ya no se trataba de encamisar, o impermeabilizar las cubiertas planas, los techos”, afirma, dando a entender que no bastaba todo lo ya hecho”, continuó diciendo García.
Para solucionar el problema, era preciso levantar todo el piso. ¿Quién respondería al desafío? “El gran amparo fue trabajar en una vinculación entre lo público y lo privado”, remarcó Analía García. Pero ese parámetro de amparo es profundo.
Desde la Secretaría de Cultura y Educación, preocupados por el estado del museo y por la restauración que se merecía, se vincularon con la empresa constructora MSR (a través de su titular, Gabriel Redolfi), que ejecutó el proyecto maestro de Planeamiento: levantar por completo el piso de roble de Eslavonia y la carpeta en el hall central del matrimonio Estevez. Allí se descubrió una profusión de sellos. “Ya los había visto Gabriela Tradotti: son los sellos de la manufactura de ese piso, que es de Fratelli Sari, Bovisio, Milán”, recordó Analía García, quien además comentó que, al levantar la carpeta que sostenía el piso, se descubrieron los desagües originales, marcados por sellos de una fábrica de cerámica alemana. Se instalaron nuevos desagües. Antes de eso, palada va, palada viene, los trabajadores de la constructora compartieron su asombro con los y las del museo ante el hallazgo de otras cerámicas, muy misteriosas.
“Cuando se descubren estas cerámicas, aparece esto de comenzar a indagar qué hay debajo del piso del hall central. Entonces hablo con el decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, Alejandro Vila, hablo con María Eugenia Prece y ella me recomienda a Fernando Oliva, el arqueólogo que está investigando el patio de la Facultad de Humanidades; bajo los mismos parámetros se investiga esta casona”, cuenta García.
“En julio y agosto de 2021, comenzaron los procesos de obra de la restauración del Museo Estevez”, relata. La empresa constructora encontró una evidencia material de construcciones antiguas previas a la construcción actual de la casa del Museo Estevez. En base a eso, se conectaron con la dirección del Museo, que a su vez hizo un acuerdo con la Facultad de Humanidades y Artes, y en ese momento nos convocó el decano para que hagamos estudios de evaluación de impacto ambiental y cultural del lugar”, relató García.
“Con ese diagnóstico, se visitó el lugar, y se decidió dar intervención a un grupo de geofísicos de la Universidad Nacional de Buenos Aires, del Conicet. Ellos, a través de elementos radioeléctricos, con la instrumentación del georradar, detectaron la existencia de determinadas estructuras, que guiarán las excavaciones en el futuro. Después empezamos una excavación en la cual participaron graduados y alumnos de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario”, agregó.
Las excavaciones arqueológicas en el lugar duraron dos meses. “Aparecieron una serie de estructuras vinculadas a desagües pluviales antiguos y también un pozo cisterna o un pozo de agua; también apareció evidencia anterior de ocupaciones preexistentes, como huellas de pozos, de poste, y algunas evidencias materiales que podrían estar indicando la presencia de los primeros pobladores de la ciudad de Rosario, asentados a fines del siglo XVIII”, enumeró Fernando Oliva. Además, contó que en el lugar se encontraron “elementos de cerámica de confección indígena” y aclaró que “el nombre etnográfico de lo que podrían ser materiales originarios no se determina si no hay una asignación étnica al registro arqueológico”, material que está siendo procesado e investigado, sostuvo Oliva.
Museo Municipal de Arte Decorativo
El Museo existe como tal desde 1968. Fue constituido por la donación de la casona y de sus contenidos que efectuó su propietaria Firma Mayor, viuda de Estevez. Ella y su esposo Odilo la habían comprado en 1921 a otro matrimonio, el de Melitón de Ibarlucea y Rita Alcácer.
La familia Estevez Mayor la hizo refaccionar con los prestigiosos arquitectos locales José Gerbino y Leopoldo Schwarz. Reunió, a lo largo de treinta años, una colección exquisita: mobiliario español de los siglos XVI, XVII, y XVIII, copias de muebles franceses del siglo XVIII, una colección de pinturas y esculturas europeas; trabajos en marfil, vidrio, porcelana, jades europeos, americanos y orientales, platería colonial, tapices, alfombras, y luminarias de bronce y cristales.
Todo ese tesoro, y la casa que lo alberga, están bajo la tutela de la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. En 2011, se firmó el decreto presidencial 352, que declara al Museo Estevez como Monumento Histórico Nacional.
Siendo, además de la Catedral y del Palacio Municipal, uno de los tres únicos edificios del siglo XIX que perduran en torno a la Plaza 25 de Mayo, la casona que hoy es el Museo fue edificada por sus más antiguos propietarios asentada sobre las ruinas de una construcción más antigua aún, quizás una de las primeras que se hayan erigido alrededor de la antigua plaza central de la villa original del Pago de los Arroyos.