A las 11.30 del 2 de marzo de 1997 se perdió el rastro de Bruno Gentiletti. El nene tenía 8 años y había ido con sus papás y sus cuatro hermanos a pasar el día al balneario La Florida en la ciudad de Rosario. Desde ese momento, no se supo más nada de él, aunque su familia nunca dejó de buscarlo; incluso se ofreció una recompensa de un millón y medio de pesos, pero no se obtuvieron datos sobre su paradero.
Ya pasaron 26 años de ese día y el monto ofrecido está “destinada a aquellas personas que, sin haber intervenido en el hecho delictual, brinden datos útiles que permitan dar con el paradero de Bruno Alberto Gentiletti”. Además se realizó una proyección de su rostro y se difundió la imagen que podría tener en la actualidad.
La familia Gentiletti, oriunda de la localidad santafesina de Las Rosas, había llegado al balneario alrededor de las 11 de la mañana. Bruno y sus hermanos más chicos, Gisela, que en ese momento tenía 6 años y Franco, 7, fueron hasta una zona de juegos, a unos 100 metros de la orilla del río.
«Nosotros fuimos a la cama elástica y Bruno al tobogán. De pronto vino Bruno y nos contó que un hombre y una mujer le dijeron que el tobogán estaba cerrado», relataron sus hermanos tres meses después de la desaparición, cuando la justicia realizó una reconstrucción del hecho, según la información volcada en la página que lleva el nombre del chico perdido.
Bruno, de acuerdo con el relato de sus hermanos, regresó a ese lugar. Ellos se quedaron en la cama elástica y luego fueron hacia la sombrilla donde estaba su mamá, Marisa. Mientras que el padre y sus dos hermanos más grandes Belén (11) y Martín (10) salían del agua y al ir hacia el encuentro con el resto de la familia descubrieron que faltaba Bruno cuando se disponían a almorzar.
Lo buscaron por cada rincón del camping y personal especializado hizo lo propio en el río, por si el menor se había ahogado, pese a que su familia insistió en no perder el tiempo buscándolo en el agua, teniendo en cuenta que Bruno sufría de una enfermedad llamada otitis secretora, un derrame en el oído medio que no sólo le provocaba un dolor punzante e insoportable en los oídos, sino que le había hecho perder casi por completo la audición.
Lo habían operado para reconstruirle las membranas seis meses antes de su desaparición. “Sufrió tantos años ese dolor que se cuidaba muchísimo. Se ponía los tapones hasta para ducharse; si sus hermanos se metían en la Pelopincho él no se metía por miedo a que lo salpicaran, imaginate. Prefectura también empezó a buscarlo en el agua y yo sabía que en el agua no estaba, pero nadie nos escuchaba”, contó Marisa, su madre.
La desaparición de Bruno Gentiletti es considerada “un caso emblemático” para Missing Children Argentina “porque fue uno de los primeros casos cuya búsqueda y difusión no dio los resultados que siempre esperamos”, explicó a Infobae Ana Llobet, presidenta de la ONG. Fue una de las primeras búsquedas de la Ong hace 25 años y “seguimos esperando un dato, algo que nos ayude a entender qué pasó con él”.
Pero no se lo pudo localizar por ningún lado. Más de un cuarto de siglo después, su paradero sigue siendo un misterio. Por eso Missing Children mantiene su foto entre las de los chicos “perdidos” que ya cumplieron la mayoría de edad, aunque ahora la imagen es una reconstrucción digital que proyecta cómo sería Bruno hoy, en caso de estar vivo, a los 34 años. Es también un emblema porque más del 90% de los chicos que buscan, aparece. Bruno, como Sofía Herrera (desaparecida en 2008) o Duilio Fernández (en 1996) son parte del 10% que no.

